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Ayer me enteré de que allá en el etéreo ciberespacio existía una "suculenta" herramienta llamada del.icio.es cuyo fin no es más que fungir como carpeta de "favoritos" portátil. Tras una ardua inducción y algunas disputas con un terco botón negado a agregarse a mi barra de elementos en Mozilla Firefox (otro asombroso descubrimiento), logré agregar páginas como Meneame, el New York Times comentado, el eCuaderno, Infotendencias y otros. Por si fuera poco, para consagrar mi "iniciación" en el curioso mundo de los cibernáutas accedí a las súplicas de quienes durante meses me incitaron a crear un profile en Facebook. Lo sé, sucumbí a todo aquello que renegué durante tanto tiempo, pero debo admitirlo: es delicioso.